sábado, junio 19, 2004

Cinco siglos después


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Nunca imaginó Nicolás Maquiavelo que todo lo que escribía en la Florencia de los Médici durante el Quattrocento iba a tener repercusión incluso en nuestros días. Pero mucho menos llegó a imaginar que un puñado de ingleses iban a extender por el continente un juego de pelota llamado fútbol que iba a encender las ciudades y las naciones, los corazones. Si alguna vez lo hubiera hecho, tal vez se hubiera replanteado todas y cada una de las palabras que salían de su pluma. Porque él entonces no lo sabía, pero nadie ha ilustrado de una manera tan precisa las tesis de Maquiavelo como la selección de Italia.

Reconozco que siento bastante antipatía por el juego de los italianos, aunque no puedo evitar cierto morbo ante el visionado de sus partidos. Es como cuando uno contempla una desgracia en la calle, un accidente, una pequeña catástrofe. Sabe que no está bien mirar, que sería mejor seguir andando y no reparar en ella, pero late siempre una curiosidad insana en el aire que nos impide retirar la vista, que nos deja inmóviles frente a la sordidez. Algo así me sucede cuando veo jugar a Italia, me maravilla que la clásica sentencia el fin justifica los medios haya calado tan hondo en el fútbol transalpino, hasta el punto que desde que tengo uso de razón, no importa quién haya estado al mando del equipo (Sacchi, Césare Maldini, Trapattoni, ...), Italia siempre ha practicado el mismo juego plomizo y contundente, aburrido, invencible.

Ayer se olvidó durante una hora de Maquiavelo e hizo una gran primera parte, con Pirlo en la posición de medio centro dando una auténtica exhibición de fútbol. Luego llegó el gol azzurro, las sustituciones de los jugadores ofensivos y el recurso al pensamiento del viejo Nicolás para tratar de mantener inmóvil el marcador hasta el final del partido. Todo hubiera ido bien, todo hubiera salido a pedir de boca si no hubiera aparecido el sueco Ibrahimovic a falta de cinco minutos para la conclusión del encuentro y le hubiera dado por hacer una pirueta en el aire digna del mejor Mikhail Baryshnikov para firmar uno de los mejores goles que se han anotado en la Eurocopa.

Italia no ha perdido todavía sus opciones de pasar a la siguiente fase, pero debe golear a Bulgaria en el próximo partido y esperar. Saben que no será fácil, no porque los búlgaros puedan ponerles en apuros con su juego, no por la necesidad de anotar al menos tres tantos, sino porque saben muy bien que al primero que deben vencer en el próximo encuentro es a Maquiavelo, cinco siglos después.