martes, junio 22, 2004

Working class hero # 9


elmundo.es

Bill Shankly, legendario entrenador del Liverpool, solía decir que la gente se mataba a trabajar más de nueve horas al día, de lunes a viernes, apretando tornillos en una fábrica de las afueras de la ciudad y que cuando llegaba el fin de semana se merecía algo decente, algo que mereciera la pena ver. En aquellos mismos suburbios, hace apenas dieciocho años, nació el jugador que nos está devolviendo la fe en el fútbol durante esta Eurocopa: Wayne Rooney. El jugador del Everton (el equipo pobre de la ciudad) lleva anotados cuatro goles en tres partidos y se ha convertido en el nuevo ídolo proletario y eléctrico de Inglaterra, el hombre que hace que merezca la pena dejarse la vida en las fábricas sólo para poder ir al estadio el sábado por la tarde.

El gran atractivo que encierra Rooney es, precisamente, su absoluta ausencia de él. De facciones rudas y cuerpo curvado en el abdomen que recuerda demasiado al de Paul Gascoigne, proyecta entre los hinchas la sensación de que es uno más de ellos, de haber hecho realidad, por fin, el sueño de la grada de ver a un aficionado erigiéndose en estrella del equipo. Tal vez tengan razón. Este muchacho, que se está haciendo hombre en la Eurocopa gol a gol, quiere ser boxeador, incluso ha entrenado en los cuadriláteros durante su adolescencia. Todos esperamos que no siga los pasos de Tommy Morrison, el peso pesado de origen irlandés que algún día llegó a rozar la gloria con sus guantes, pero tal vez no haya otro destino para las estrellas que la prensa británica encumbra de la noche a la mañana.

Ayer volvió a ser el héroe de Inglaterra y noqueó a Croacia con dos grandes tantos y un balón de gol servido en bandeja de plata, la misma en que se sirve el té de las cinco de la tarde, al centrocampista del Manchester United Paul Scholes. Mientras Beckham pasó los noventa minutos que duró el encuentro en paradero desconocido (al contrario que su mujer, esa Cleopatra anoréxica del nuevo milenio que saludaba con maneras faraónicas desde la grada), Wayne Rooney se empeñó en devolver al once inglés a los altares del fútbol únicamente con su juego, sin necesidad de escaparates ni pasarelas ni terribles discos de pop basura a su alrededor. God save Rooney.